domingo, enero 03, 2010

Luna Nueva

Una votación a través de internet determinó que la saga de Crepúsculo era lo mejor que nos dejaba el 2009 en materia cinematográfica. Un resultado que dista mucho de la realidad y que refleja a una fanaticada de adolescentes que pasó de las mágicas e insistentes historias de J.K. Rowling y "Harry Potter" al romanticismo cliché y muy ad-hoc del amor imposible que plantea Stephenie Meyer entre Bella Swan y Edward Cullen.

En la sala, uno se puede percatar de que para disfrutar la película hay que haber leído los libros, haber visto crepúsculo, tener unos ocho años menos y ser mujer; además de romántico, meloso, cursi, crédulo y hasta un poco ridículo.

Luna Nueva, es una historia sin principio ni final y todo lo que pasa entre tanto no tiene dirección: escenas sin continuidad, peleas injustificadas, abuso de recursos y actuaciones que dejan mucho que desear.

Bella, y sus muy bien definidos rasgos, comienza a cuestionarse la posibilidad de concretar su amor con el pálido y abúlico Edward (una idea de vampiro muy lejana a la planteada por Bram Stoker en la magistral Drácula), debido a las evidentes diferencias que existen entre ellos. Para resolver esto, Bella le pide a su enamorado que la transforme, petición a la cual Edward no puede acceder y decide abandonarla para no verse enfrentado a la decisión de tener que convertir a la persona que ama en una criatura de la noche. Todo muy claro hasta aquí.

En su agonía, la protagonista busca refugio en un nuevo amigo que resulta ser, ni más ni menos que, un hombre lobo. Como víctima de una maldición cambia a un fenómeno por otro, es la determinación de estar rodeada de seres monstruosos y bestias sumamente violentas y sanguinarias a las que no cuestiona ni teme.

A partir de este momento la película se empieza a disparar y se entrelazan historias en escenas que no tienen ni principio ni final. Da la impresión de que hicieron una película de cuatro horas que se redujo a dos con cortes aleatorios y la supresión de elementos que se deberían subentender a partir de los libros.

Adornada con los atléticos cuerpos de los impúdicos hombres lobos (siempre a torso desnudo), la película divaga entre la indolencia de los actores, peleas que surgen de la nada, redundantes coreografías y el abuso de la cámara lenta, como intentado cubrir los vacíos que deja una adaptación que nunca llega a consolidarse.

Una película entonces, recomendable solo para quienes ya la fueron a ver.

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