lunes, julio 14, 2008

La mediocridad como símbolo de lucha


La mediocridad es un estado, más bien una condición. Algo mediocre es algo "de calidad media", según la rae, o "de poco mérito, tirando a malo", como segunda acepción. Y alguien mediocre es lo mismo pero aplicado al sujeto, es decir, lo que vemos día a día.

Pareciera que de alguna manera nos hubiésemos obsesionado con conseguir esto como meta. Nos hemos embriagado con sus nulos beneficios, parecemos embelesados por su conquista. Es la enfermedad por excelencia. Una vez que te infectas te sumerges en un estado de abulia constante del que no sales. Los principales síntomas son: quejas, falta de ánimo, quejas, deshidratación, quejas y una falta de voluntad sorprendente. Esto se traduce, principalmente, en críticas, reclamos y descalificaciones sin sentido y carencia de propuestas lógicas a los problemas cotidianos.

Nadie está exento de este problema, muchos nacen con el, otros lo adoptan, pero la gran mayoría lo desarrolla. En este último caso encontramos varios tipos de mediocres entre los que destacamos:

-El mediocre activo, también conocido como "quejón" o "reclamón": es el típico personaje que se queja por todo, culpa al resto de todo y espera las soluciones sentado en la comodidad de su casa, la que dice es producto de su trabajo pero en verdad nunca ha trabajado, solo responde mecánicamente a impulsos predeterminados, generalmente por los que conoce como jefes. Odia a todo el mundo, no tiene muchos amigos y los pocos que tiene son tan o más "quejones" que él.

-El mediocre pasivo: es la persona que no opina, no sabe de nada, no entiende nada y por ende no le interesa saber de nada, vive en un estado de apatía insistente. No espera soluciones, porque no tiene problemas, espera mecanismos de escape para no pecar de ignorante. Sus aliados son las drogas, el alcohol y todas las sustancias que le permiten mantenerse "ajeno" a la presión de vivir el día a día. Lo que no sabe es que con ésta actitud hace justamente lo que la "sociedad" (entendido como sistema desde un punto de vista más radical) espera de él, esa desidia, le permite al resto imponer sus ideas por sobre lo que él pudiese llegar a pensar, lo absorbe desde su propia ausencia gestando así su propio exilio (palabra sensible para una sociedad como la nuestra).

Como sea, la mediocridad se muestra como una bandera de lucha, un símbolo de batalla, un manejo incesante para el bien de unos pocos. Nos hacen creer que luchamos por una causa justa, pero luchamos de manera errada, peleamos como ellos quieren que peleemos, damos la batalla que ellos quieren que demos, no manipulan desde nuestro propio desfallecimiento. Nuestra fuerza de voluntad es equivalente a nuestro deseo de querer cambiar las cosas, es decir, nulo. la mediocridad no conoce consensos, menos acuerdos, los rangos lo determina la traición y el engaño se convierte en su aliado. Así la ignorancia es madre y reina en nuestra sociedad (ahora en el sentido colectivo de una comunidad) gestando deseos deshonestos como la envidia, el resentimiento, la represión y la exclusión.


Pero, a pesar de todo, existen formas de despertar de ésta displicencia insistente en su origen. No es fácil y muchas veces amenaza con volver, pero la solución está en afectar al resto de manera de propagar la voluntad de abrir esos ojos que seguramente contendrán lágrimas de rabia por no haberlo visto antes, pero que secarán el rencor contenido en la inconsciencia. Un rencor nacido en la involuntad, germinado durante la pérdida del conocimiento, pero que nuestro instinto no obvió.

Pero esto no es un libro de cocina ni un recetario magistral, como para andar dando instrucciones de como salir de la mediocridad, ese es un trabajo individual, cada uno debe descubrir su propia fórmula en base a su propia experiencia. Si me pusiera a dar soluciones guiadas no estaría siendo consecuente con lo que acabas de leer y si tu esperas que en la siguiente linea esté la respuesta no haz entendido nada de lo que he escrito.