sábado, marzo 13, 2010

El arte del reclamo


Las últimas semanas he tenido una de esas rachas que te hacen reconsiderar cada uno de los pasos que haz dado o que pretendes dar. Una racha que evidentemente afecta mis energías, mi motivación y, por supuesto, mi estado de ánimo.

Como la gran mayoría de las personas, estoy ligado de una u otra manera a un número considerable grandes empresas de éste, nuestro amado país (entiéndase la ironía), y muchas de mis acciones van en función o dependen de la competencia de estas enormes compañías que ganan millones de dólares cada año gracias a nuestra enorme generosidad. Pero reciéntemente, todas estas acciones se han visto truncadas, al menos afectadas, por la incompetencia de personas y la inoperancia de un sistema que gira en torno a la cobranza. Cómo es posible que nos cobren facturas de servicios que no hemos solicitado, que éstas facturas nos lleguen con semanas de retraso y que además NOS AMENACEN con cancelarnos la posibilidad de volver a solicitar el servicio si no pagamos lo que "debemos".

Hasta ese punto se puede argumentar recurriendo al eterno fue un error del sistema, y no darle importancia. Pero cuando el error es sabido y la empresa, que no es un almacén de barrio (y que no se lea de manera peyorativa, al contrario), no hace nada al respecto como esperando ganarte por cansancio (porque esto es un verdadero gallito), es realmente lamentable. No conformes con eso, si los reclamos son persistentes de parte de los clientes no encuentran mejor solución que despedir a sus empleados involucrados, pero siempre a los de ahí abajo, no más arriba del jefe de personal, de bodega, de reparto. Y resulta irónico, pero, por lo general, a medida que más vamos subiendo en ésta escala jerárquica atroz que imponen estas compañías que se dicen moderna, más es la idiocia que encontramos en sus ejecutivos, como si al sumir esos cargos, se olvidasen de manera automática de los procesos que se llevan a cabo en el cara a cara con la gente, las personas, sus clientes. Todo esto, con una nula, pero nula absoluta, capacidad de autocrítica. Sus procesos de selección y entrenamiento del personal pueden no existir, pero la culpa siempre es del empleado que no sabe hacer bien su pega...¿Cómo no se les ocurre explicarles antes lo que tienen que hacer?

Estas últimas semanas he ido de ejecutivo en ejecutivo, escuchando mil soluciones, mil promesas: que mañana; que la próxima semana; que no me van a cobrar, que no me preocupe; que todo se va a anular; que me van a llamar; que me va a llegar un e-mail; que me lo van a despachar; que es la mejor opción; que nunca les había pasado; ¡¡que soy yo el culpable por tener tanta mala suerte!!; que el problema lo tuvo otra oficina, una que está bien lejos...mentiras varias.

Y reclamar no es gratuito, te ganas el odio de las personas que trabajan en esa empresa, como si la entidad fuera un gran sostén en sus vidas, te adjudicas, sin concursos ni sorteos, una fama de bueno para reclamar que no cae bien en ninguna parte, se pierde tiempo, dinero y energías para, generalmente, retirarse derrotado, con las manos vacías. Pero tiene que quedar clara una cosa, aunque no recuperemos lo que perdimos, al menos queda la constancia de que el sistema no funciona, los protocolos no existen, y ojalá que algún día, así como estas grandes compañías nos castigan sin piedad si nos equivocamos o si somos incapaces de cubrir esas impasibles tasas de interés que nos agobian, ellas sean sancionadas de igual manera ante tantas injusticias que quedan impunes ante la apatía, dejadéz e incredulidad de la gente, y que se hacen cada día más frecuentes impulsadas por ejecutivos afectados por la desidia que les genera esa ambición enfermiza y esa indolencia anómala más característica de una calculadora que de una persona.